Carta de amor a los ángeles

que no escuchan

I
Es desde el fondo del hibisco cargando el mundo sobre
sus dedos
y desnudo hasta la cintura, el arco se extendió hacia tu voz;

es desde el fondo del espacio encerrado en mis ojos,
sin mariposa, sin rosa, empañado por tus ojos…
¡Ah! es desde el fondo de un cielo crepuscular

(Lamentable, tumbado en un banco de cerastes,
dientes roídos por años luz);
es desde el fondo de los espejos rotos que te veo

nacer en emulsión roja y verde a través de
este sahara febril…
Aquí el bombyx hace reventar sus hilos

II
Ni el dátil maduro, Sol, eres tú quien se burla
este mar… ni la leche rancia que nos consume…
y ni la cabalgata que detona bajo tus nervios,
caballo relinchando con la sonrisa de los quásares…
nada, aquí, que se pegue a mis trabas
¡Tus dedos muy puros, tus dedos irreparables!

Rutas adyacentes al Tiempo trazado
en nuestro oprobio. Hombres con curvas saliendo
de si mismos… te invito
al festín de sus carroñas.
¡Trae el tomillo, la soldanella! Trae
tu sonrisa…

A medianoche en mi cráneo, tus ramas rojas y negras
¡y piojos! Piojos de ancestros risueños…

A medianoche, la flauta, el fusil y la flecha
y la ira y el silencio y el gong sordo
tapizando mi memoria de múltiples violaciones.

Cuerpo ausente, arruinador de cuerpos que se rompen.
bajo tus dedos los pueblos sanguinarios…
avivando en tu ojo un mundo germinando
bajo el peso del deseo, bajo el peso de los toldos,
tú que no ríes ni lloras ni golpeas.

Desierto en mi rostro escamoso, arruga aguda
de mi alma en la espalda desgarrada de los mares…
Sacudida contenida por el filo de la espada…

Avanzo en el brío de un cementerio,
buscador de oro de las tinieblas, maestro de las lunas afectadas
a muerte.

Traducido del francés por Miryam Bar and Jean Jonassaint
Publicado originalmente en Dérives 31-32, Voix maghrébines (Montréal, 1982), p. 34-35